miércoles, 25 de marzo de 2009

REFUTACION DE LOS VIAJES

Mentor de una próxima procesión hasta la localidad de Tancacha, el siguiente relato del negro Dolina nos vaticina las posibilidades de disfrutar las aventuras q se nos presentan en las pequeñas peregrinaciones q emprendemos cada dia.
Personalmente los viajes son mi mayor anhelo, pero no quita q me pierda del goce de ser copiloto de un amigazo en el traslado de ensaladas hasta la casa de "la abuela Tuca", montados en un vehículo de dudosas condiciones haciendo juego con las condiciones del chofer.
Ya mismo podría titular un relato para el diario de Mandeb: "Del bailongo a las casas de la mano de un gringon", que comienza con el rechazo de uno o dos regresos confortables y puerta a puerta para darnos oportunidad de un ratito mas de baile. Pero la aventura real comienza cuando la vuelta al hogar se llena de transbordos utilizando infinidad de medios de transporte, explotando al máximo los escasos recursos disponibles, donde el coctel de inexperiencia, desesperacion y alcohol es el elixir q nos hace olvidar las penurias y desata interminables carcajadas, donde la solidaridad pelea cuerpo a cuerpo con las ventajas personales, cuando mendigar pan o cigarrillos ya no es vergüenza y el q encuentra una canilla en las inmediaciones de la panadería merece todos los laureles.
Dicho esto les
propongo algunas ideas para el próximo viaje hasta la facultad, por ejemplo hacer un "relevamiento de horneros de semáforos", q muy lejos están de ser aves de ingeniería avanzada...

REFUTACION DE LOS VIAJES

Las consecuencias del progreso de los medios de locomoción tal vez van más allá de lo que uno se imagina. Es que la existencia de aparatos tan formidables como el aeroplano debe producir transformaciones, no sólo en los usos sociales y económicos, sino también en nuestras almas.
En la época de los grandes viajes, un hombre occidental que alcanzaba a llegar a Pekín se ganaba el asombro general. Ir hasta el Congo y regresar vivo era hazaña que alcanzaba a justificar la existencia toda.
No hace falta decir que, en nuestros días, cualquier imbécil puede llegar a Pekín, al Congo o a ambos lugares, en muy pocas horas, sin despeinarse y sin despertar el asombro de nadie.
Se comprende, entonces, que lo verdaderamente admirable de una excursión gloriosa no reside en situarse en un punto más o menos lejano, sino más bien en hacerse cargo de las penurias del trayecto. El siglo XX ha eliminado casi todos los riesgos propios de los caminos. Ya no hay bandoleros en las encrucijadas, ni ríos correntosos que vadear, ni alimañas ponzoñosas, ni fiebres tropicales. El avión vuela por sobre todas estas calamidades y resta a sus usuarios hasta la menor perspectiva de gloria.
Cuando se habla de viajes, los miembros de la Sociedad del Pensamiento Fácil sienten estallar en sus cerebros una batería de ocurrencias previsibles: las distancias se han acortado, las noticias se conocen con rapidez, las diferentes culturas se presionan mutuamente y otras módicas verdades de parecido efecto.
Pero hay más: la velocidad del traslado y la eliminación de peligros y sobresaltos ha generado en las muchedumbres una especie de santa impaciencia, conforme a la cual todo el mundo se cree con derecho a alcanzar las metas que se propone, de manera inmediata y con el menor esfuerzo.
Así, cuando un pelafustán declara que estamos en la era del jet, no se limita a indicar la posibilidad de viajar a Madrid en 11 horas, sino que trata de sugerir la conveniencia de hacer las cosas rápidamente y sin mancharse los pantalones.
Estos asuntos -que no parecen demasiado apasionante- fueron, sin embargo, el eje de una larga polémica. Ciertos espíritus obtusos de la calle Boyacá, alcanzaron a sentir -ya que no a razonar- que todo viaje es inútil, cuando no nefasto.Así nace la Cooperativa Enemigos de los Viajes, entidad sedentaria y conservadora que postulaba la conveniencia de no moverse. El testimonio que queda de sus desvelos es relativamente escaso. Cabe suponer que se trataba de gente perezosa. Igualmente, fueron capaces de preparar un interesante proyecto sobre prohibición de mudanzas.
Allí se sostiene que toda mudanza es triste e indeseable y que causa dos daños al mismo tiempo: uno en el antiguo barrio, donde se padecerán los dolores de la ausencia; otro, en el barrio nuevo, donde se soportarán las violencias de recibir extraños. Este trabajo no fue presentado a las autoridades, tal vez por no costearse hasta el centro.
Con signo absolutamente opuesto, en Caballito funcionaba la Sociedad de Viajeros Perdidos. El éxito de este grupo perdura hasta nuestros días. En sus oficinas (cuando había alguien) se recitaban a voz en cuello las ventajas infinitas de viajar a cualquier parte.
Según los viajeros perdidos, recorrer el mundo es la única forma de alcanzar la cultura y aun la sabiduría. La afirmación no parece muy consistente: la calle está llena de sujetos que han recorrido los cinco continentes, permaneciendo en la más inmaculada ignorancia. De cualquier modo, los kilómetros transitados y los países conocidos otorgaban rango y jerarquía en este círculo. “Se lo digo yo, que he visitado Albania” era un argumento prácticamente irrefutable, aun cuando se estuviera discutiendo sobre la formación del equipo de San Lorenzo.
Sintiendo las ráfagas de estos vientos contrarios caminaban -perplejos- los Hombres Sensibles de Flores. Ellos nunca habían sido grandes viajeros. Pero les gustaba presentir que el mundo estaba lleno de lugares extraños e inaccesibles, donde ocurrían cosas prodigiosas. Algunas veces, los Narradores de Historias contaban las aventuras de peregrinos que habían llegado hasta el Tigre o incluso hasta La Reja, para descubrir paisajes exóticos y costumbres sorprendentes.
Tal vez estos relatos impulsaron a algunos de los muchachos del Ángel Gris a emprender menesterosas exploraciones. De ellas queda fantástica memoria del libro de Jorge Allen “20.000 kilómetros alrededor de Villa Bosch” y -especialmente- en el “Cuaderno de Viajes” de Manuel Mandeb.
La primera de estas obras es ficción pura. Se trata de un poema en el que aparecen figuras de la mitología griega saltando de los tranvías en la estación Tropezón. La intención de Allen -según parece- fue escribir una especie de odisea suburbana. No lo consiguió. Sus alegorías resultan demasiado groseras: Ulises Lo Menso se llama el protagonista. Su mujer, que lo espera en Lugano, Penélope C. de Lo Menso. Existe un tuerto gigantesco (el cíclope) y una bruja hermosa que tira cartas.
Mucho más interesante es el cuaderno de Mandeb. Cada capítulo es un viaje real, consignado con toda precisión. Hay que recorrer -eso sí- que no son excursiones demasiado sorprendentes.
La primera, “Caminando hasta Luján”, es un fracaso. El protagonista confiesa que abandonó el intento en Rivadavia e Irigoyen, no mucho más allá de Villa Luro, víctima del cansancio.“Villa Rizzo, el pueblo perdido” nos da noticias de la existencia de un barrio secreto, oculto entre una cancha de golf y los talleres Alianza. Mandeb pretende que las calles son allí de carbonilla, las veredas altas y las casas de estilo ferroviario.“Perdidos en Parque Chas” es la crónica de una frustrada noche de garufa. Mandeb y sus amigos fueron invitados a un baile en la calle Bucarest. Desdeñando las advertencias de los hombres sabios, se internaron en el barrio sin salida. Y se sabe lo que ocurre en Parque Chas: uno se pierde irremediablemente. Vale la pena transcribir unas líneas:“A eso de las doce, llegamos a la misma cigarrería. Ya era la quinta vez. Como en otras ocasiones, interrogamos al viejo que atendía. Sus indicaciones fueron nuevamente distintas. Loco de furor, salté sobre el mostrador y comencé a estrangularlo.-Viejo mentiroso…¿Cuál es la calle Bucarest? ¿Cómo se sale de este infierno?- El anciano terminó por confesar que no lo sabía. Muy compungido, admitió que el mismo había desembocado en Parque Chas en 1939. No habiendo podido salir de allí, se resignó a instalar un quiosco, gracias al cual sobrevivía, aunque abrigaba el secreto anhelo de volver a Villa Crespo, barrio del que nunca debió salir.”Este capítulo finaliza con la providencial intervención de un taximetrero, quien si bien no acertó a llevarlos a la calle Bucarest, por lo menos sacó -después de varias horas- a la Avenida de los Incas.Hay setenta relatos. Merecen recordarse “Los misterios de la Plaza Irlanda”, “Río Reconquista: hasta el nombre te han cambiado”, “Cómo eludir a los duendes extranjeros de El Palomar” y “Registro de las tribus de José C. Paz”, entre muchos otros. Sobre el final de la obra, Mandeb se permite algunas opiniones generales sobre el tema.Afirma el pensador que el propósito fundamental de todo viaje es el regreso. “La grandes distancias me enseñaron a ver mejor la esquina de mi casa. También, aprendí el valor de la ausencia: cualquier lugar es mejor, apenas uno se va”.
La tradición oral de Flores registra otros viajes memorables: las excursiones de Luciano, el canillita que volaba; los cuentos del viejo Mariotti, el maquinista del ferrocarril; la inconcebible gira del doctor Schultz, que -según dicen- se fue a Europa.
El análisis de todos estos testimonios, nos permite advertir que los Hombres Sensibles de Flores habían captado el sentido del viaje corto. Y este es un acierto que no muchas personas han sabido aplaudir. Desechada la idea de enfrentar dificultades extremas (pantanos, montañas, antropófagos), tanto puede uno encontrar aventuras en Leipzig como en Lanús.
Sin embargo, el trabajo de la Sociedad de los Viajeros Perdidos ha dado sus lamentables frutos. Casi todo el mundo piensa hoy que viajar le da sentido a la vida. Muchas personas se corren hasta Italia, obtienen allí centenares de fotografías y vuelven luego enriquecidos, aunque más no sea, con un nuevo tema de conversación.
Esto es aburrido, pero no perverso. Mucho peores son aquellos que dicen viajar para encontrarse a sí mismos. ¿En qué consiste este viaje? No se sabe bien. Quizás un lechuguino gasta sus ahorros en un pasaje a Calcuta. Una vez en esa ciudad, empieza a buscarse minuciosamente. Pregunto: ¿y si no está? Debe ser francamente desalentador recorrer una distancia tan grande para vivir un desencuentro.
Por lo demás, bien se dice que uno no encontrará en sitio alguno nada que no haya llevado consigo. Para comprender que uno es un tonto, no es necesario trasladarse a Katmandú.
Veamos un último fragmento de Mandeb.“Todo viajero es la mitad de sí mismo. No hay lugar en los aviones para llevar las cosas que lo completan. Esquinas, gestos, personas, vientos, olores, tapiales, saludos, colores y miradas no caben en las valijas.
Se me dice que algunos hombres no conocen la querencia. Son personas incomprensibles, que se reputan ciudadanos del mundo. Yo prefiero ser criollo.”Quien escribe coincide -por una vez- con el mentor de Flores. No está mal contemplar las catedrales góticas, los canales de Venecia o la gran muralla. Sí está mal creer que esas contemplaciones darán sentido a nuestra vida. Para encontrarse a uno mismo no es necesario caminar mucho. Se lo digo yo, que me he rastreado por todas partes y me encontré en el patio de mi casa, cuando ya era demasiado tarde.

lunes, 23 de marzo de 2009

viernes, 20 de marzo de 2009

LUCAS, SUS TRAUMATOTERAPIAS


A Lucas una vez lo operaron de apendicitis, y como el cirujano era un roñoso se le infectó la herida y la cosa iba muy mal porque aparte de la supuración en radiante tecnicolor Lucas se sentía más aplastado que pasa de higo. En ese momento entran Dora y Celestino y le dicen nos vamos ahora mismo a Londres, venite a pasar una semana, no puedo, gime Lucas, resulta que, bah, yo te cambio las compresas, dice Dora, en el camino compramos agua oxigenada y curitas, total que se toman el tren y el ferry y Lucas se siente morir porque aunque la herida no le duele en absoluto, dado que apenas tiene tres centímetros de ancho, lo mismo él se imagina lo que está pasando debajo del pantalón y el calzoncillo, cuando al fin llegan al hotel y se mira, resulta que no hay ni más ni menos supuración que en la clínica, y entonces Celestino dice ya ves, y en cambio aquí vas a tener la pintura de Turner, Laurence Olivier y los steak and kidney pies que son la alegría de mi vida.Al otro día después de haber caminado kilómetros Lucas está perfectamente curado, Dora le pone todavía dos o tres curitas por puro placer de tirarle de los pelos, y desde ese día Lucas considera que ha descubierto la traumatoterapia que como se ve consiste en hacer exactamente lo contrario de lo que mandan Esculapio, Hipócrates y el doctor Flerming.En numerosas ocasiones Lucas que tiene buen corazón ha puesto en práctica su método con sorprendentes resultados en la familia y amistades. Por ejemplo, cuando su tía Angustias contrajo un resfrío de tamaño natural y se pasaba días y noches estornudando desde una nariz cada vez más parecida a la de un ornitorrinco, Lucas se disfrazó de Frankenstein y la esperó detrás de una puerta con una sonrisa cadavérica. Después de proferir un horripilante alarido la tía Angustias cayó desmayada sobre los almohadones que Lucas había preparado precavidamente, y cuando los parientes la sacaron del soponcio la tía estaba demasiado ocupada en contar lo sucedido como para acordarse de estornudar, aparte de que durante varias horas ella y el resto de la familia sólo pensaron en correr detrás de Lucas armados de palos y cadenas de bicicleta. Cuando el doctor Feta hizo la paz y todos se juntaron a comentar los acontecimientos y beberse una cerveza, Lucas hizo notar distraídamente que la tía estaba perfectamente curada del resfrío, a lo cual, y con la falta de lógica habitual en esos casos la tía le contestó que ésa no era una razón para que su sobrino se comportara como un hijo de puta.Cosas así desaniman a Lucas, pero de cuando en cuando se aplica a sí mismo o ensaya en los demás su infalible sistema, y así cuando don Crespo anuncia que est&á con hígado, diagnóstico siempre acompañado de una mano sosteniéndose las entrañas y los ojos como la Santa Teresa del Bernini, Lucas se las arregla para que su madre se mande el guiso de repollo con salchichas y grasa de chancho que don Crespo ama casi más que las quinielas, y a la altura del tercer plato ya se ve que el enfermo vuelve a interesarse por la vida y sus alegres juegos, tras de lo cual Lucas lo invita a festejar con grapa catamarqueña que asienta la grasa. Cuando la familia se aviva de estas cosas hay conato de linchamiento, pero en el fondo empiezan a respetar la traumatoterapia, que ellos llaman toterapia o traumatora, les da igual.

lunes, 16 de marzo de 2009

NIÑOS, LIBROS Y LECTURAS

Las novelas decimonónicas sobre el Imperio Romano se esfuerzan en reconstruir la época de los Césares y apenas consiguen revelar las preferencias y gustos del siglo XIX. Sucede que los cónsules, los senadores y los emperadores no pueden disimular el acento de las tertulias parisinas, por mucho que se esfuerce el escritor. Esto no debe apuntarse como un reproche sino más bien como una fatalidad que conviene saber antes de la lectura.
Algo parecido sucede con los libros para chicos. Escritos desde un mundo diferente, suelen referir historias que suenan falsas, protagonizadas por seres lejanos e incomprensibles. Ante su propia creación, los autores suelen afectar una especie de perpleja benevolencia, la misma que se usa en la descripción de las costumbres de los salvajes.
Alguien podrá decir que lo más conveniente es que los romanos escriban sobre el imperio, y los niños sobre la infancia. Objeción: los romanos no escriben ya y los niños no lo hacen todavía. De unos y otros nos separa el tiempo.
Puede aducirse que mientras ningún escritor actual ha sido ciudadano del Imperio, casi todos han sido niños. Sin embargo, un complicado abismo de olvidos y falsos recuerdos parece alejarnos de nuestras emociones infantiles. Los literatos que se fingen chicos no consiguen engañar a nadie.
A decir verdad, no es posible ni siquiera saber con certeza si los niños disfrutan de los libros que se les preparan.
Con mucha cautela, me atrevería a apostar que no. Evocaciones que acaso invento ahora me remiten a las historias de terror, las investigaciones de Mister Reeder, el Padre Brown y el poema A Margarita Debayle , creaciones todas que poco tienen de infantiles.
Me parece también recordar que a mis cuatro o cinco años escuchaba con mas placer La Copa del Olvido o Mi Noche Triste, que las cargosas pamplinas sobre faroleras tropezadas.
Así, menos en forma de teoría que de sospecha, postulo que un libro que entretiene a un chico debe ser capaz de hacerlo con un adulto. Desde luego, la admiración no sirve en el orden inverso: toda obra necesita una información previa por parte del lector para ser comprendida. El cuento El inmortal , de Jorge Luis Borges, resultaría incomprensible -o insulso- para quien desconociera la existencia de Homero. La medición de un hexámetro exige saber latín. Presiento, sin embargo, que miles de cuentos y novelas pueden ser leídos sin penuria por los chicos y sin aburrimiento por los mayores. Los ejemplos son tan contundentes que me averguenzan: La Isla del Tesoro , los cuentos de Oscar Wilde, Las Mil y una Noches, las maravillas y horrores de la mitología clásica.
Frente a estas obras, los coloridos volúmenes de las colecciones infantiles resultan bastante insípidos.
A veces me palpito que muchos de estos textos son estropeados por la intención edificante. Alguien me dijo una vez que en verdad ocurre lo contrario: la torpeza literaria desacredita la moraleja.
Manuel Mandeb, el polígrafo de Flores, sentía horror por las novelas protagonizadas por niños. Sostenía que sus comportamientos eran poco racionales, o lo que es peor, poco artísticos. Recomendaba insuflar a los pequeños personajes la mayor gravedad, pues entendía que los chicos son generalmente serios y aborrecían la socarronería.
Mandeb creía que el amor a los niños era una virtud literaria capaz de redimir cualquier defecto.
- El cariñoso esfuerzo conmueve a los pibes aunque no lo confiesen -decía.
Me parece que el hombre de Flores adivinó una gran verdad.
Cuando era chico yo sentía una emoción deliciosamente triste ante las calesitas, los circos y los caleidoscopios. No me gustaban, no me divertían. Pero me hacían sentir una inmensa piedad por aquellas gentes, más inocentes que yo, que trataban de agradarme con ingenio modesto. De entre mis juguetes infantiles recuerdo una cimitarra de madera que me trajo mi padre. Mis juegos no incluían las gestas sarracenas, de modo que no pude sacarle mayor provecho. Pero allí estaba el amor del hombre aquel que tal vez no me comprendía.
Por eso creo en el criterio de Mandeb. El amor de un poeta puede ser más eficaz que un buen argumento.
Más tarde he reconocido aquellos sentimientos de la niñez al recibir algún regalo demasiado humilde.
En los años dorados, un grupo de maestros melancólicos del barrio del Angel Gris preparó un libro de lectura escolar diferente de todos.
Su título fue Tempranos Desengaños.
Contaba con textos de Manuel Mandeb y Jorge Allen, la docente Etelia C. de Doth y otros oscuros literatos del barrio. También se procuró hacer creer que escribían algunos niños, cosa que nadie llegó a admitir jamás.
Muchos educadores han dicho que Tempranos Desengaños carecía de propósitos aleccionadores. Nada más falso. En muchas de sus páginas se promueve la admiración de ciertas conductas. Sucede -eso sí- que tales conductas son precisamente aquellas que repudian los libros infantiles convencionales. Se enaltece la inasistencia a clase, se desprecia la aplicación, se duda de la higiene y se festejan los desórdenes.
Hay cuentos, poesías, notas y canciones, entre las que sorprende encontrar la milonga Cobráte y dame el Vuelto.
Vamos a transcribir algunos textos.

LOS DEBERES DE PEDRO
Pedro se sienta en los ultimos bancos del aula, como corresponde a un chico que desdeña la educación y la vecindad de los poderosos. Las conspiraciones y los batifondos nunca lo hallan ajeno. Busca el riesgo de las transgresiones y la compañía de los más beligerantes. A veces lo tientan el estudio y la inteligencia.
Entonces, como quien acepta un desafío, como una compadrada, resuelve arduos problemas de regla de tres y cumple los dictados sin tropiezos.
Un día, la maestra le acaricia el pelo tiernamente. El piensa:
- Ay señorita... Si supiera como me gustaría regalarle una flor y darle un beso.
Pero Pedro sabe quién es y conoce su deber y su destino. Con una gambeta se aleja del afecto inoportuno y va a buscar la gloria allá en el fondo, donde los malandras se empeñan revoleando los tinteros para que se cumpla mejor el divino propósito del Universo.

EJEMPLO (Poesía)
Los sabios nos han dicho
que sigamos la sombra de tu paso.
Y ha sido tu destreza
la vergüenza de nuestras lentitudes.

Los signos que guardaba
la efímera pizarra en su negrura
a tí no te negaron
revelaciones y sabidurías.

Los Seres que Vigilan
han sabido por tí nuestras infamias
y hallaste recompensa
en la noticia del castigo ajeno.

Ah, blanco paradigma,
luminoso, implacable compañero:
hoy nuevamente ha sido
postulada tu suerte como ejemplo.

El numeroso patio
tu sangre dibujada vió en el suelo
y el rumbo de mis golpes
siguió la blanca popa de tu miedo.

Así supieron todos
después de tu derrumbe en el recreo
las biabas que promete
mi zurda a los traidores del colegio.

LOS NIÑOS PRECOCES (por Manuel Mandeb)
Algunos chicos dan frutos tempranos, no lo niego.
Sus padres se enorgullecen y los exhiben entre sus familiares y conocidos, cuando no en el cine o la televisión.
Me atrevo a pensar -sin embargo- que no toda precocidad es auspiciosa. Empecemos por decir que existen adultos bondadosos, agudos, valerosos o geniales. Y que también los hay mediocres, hipócritas, pomposos y canallas. El niño precoz recibe la visita anticipada de ciertos rasgos de la adultez. Algunos tocan el piano como expertos profesionales, otros aprenden lenguas, dibujan o poseen la ciencia.
Pero hay chicos cuya precocidad consiste en adquirir antes de tiempo el tono vacío y protocolar de las conversaciones de sala de espera, y aprenden a los seis años la filosofía de los tontos satisfechos.
"Así anda el mundo, Doña Juana..." "Qué se gana discutiendo, Don José..." "Hablando se entiende la gente, Carlitos..."
También repiten el lenguaje de las revistas y hacen suyas las respuestas de los reportajes más vulgares.
Por cierto, mucha gente cree que ésa es la sabiduría, y yo digo que más sabios son los pibes indoctos que observan con repugnancia los diálogos de los parientes bien educados.
Ojalá surjan muchos niños prodigio que se apropien del genio con impaciencia.
Pero para ser un papanatas, me parece que no hay apuro.

EL NIÑO QUE FUE A MENOS
La señorita Claudia le pregunta a Ferro:
- ¿Quién fundó la ciudad de Asunción?
Ferro lo ignora y lo confiesa. La maestra intenta por otros rumbos.
- Tissot.
- No sé, señorita.
- Rossi.
Silencio. El ambiente se pone pesado porque quizá la señorita Claudia enseñó aquello el día anterior.
- Maldonado.
Nada. Claudia frunce el ceño y ensaya unos reproches generales.
Frezza, el tano Frezza, lo sabe de algun modo misterioso. Es extraño el camino que siguen las nociones: suelen alojarse donde menos se lo piensa.
- Nuñez. López. Dall'Asta.
Tampoco. Frezza espera, sobrador, sin levantar la mano. Cosa de manyaorejas, piensa.
La señorita Claudia se dirige a las niñas y pronuncia el nombre amado. Frezza está muy lejos para soplar y la morocha que lo enloquece no puede contestar.
De pronto, la maestra lo mira.
- Frezza. Y el niño taura, que tal vez necesita anotarse un poroto, se levanta, mira hacia el banco de la morocha y dice casi triunfal:
- No lo sé.
Si es que nadie lo sabe estará bien no saberlo. Frezza se sienta y se oye entonces, como en una horrible blasfemia, la voz de Campos, injuriosa:
- ¡Juan de Salazar!
Pasaron los años. La morocha no conoció el amor de Frezza ni tampoco su gesto elegante y generoso.
Si alguien califica estas lecciones en alguna Libreta Celeste, Frezza tendrá un nueve. Y si ni siquiera existe esa Libreta, entonces tendrá un diez.

UNA PELEA
Me empujaron a la salida. Hubo un tumulto blanco y después de una rápida investigación quedé frente a frente con Carlos.
- ¿Qué empujás?
Se formó una rueda. Alguien gritó:
- Fajálo...
Niñas aterrorizadas se sumaron al grupo.
Carlos se puso muy colorado. Manos crueles lo empujaron hacia mí.
Tito, falso caudillo y sujeto temido, me dijo:
- Dale... ¿O le tenés miedo?
Entonces le acomodé una piña y ahora ya sé que soy cobarde.

Tempranos Desengaños no fue aprobado por las autoridades escolares.
Puede afirmarse que pocos chicos lo leyeron.
Sin embargo, como si alguien les impartiera preceptos secretos, aún hoy, en el tiempo de Los Refutadores de Leyendas, hay niños que se siguen sentando en los últimos bancos y también hay hombres que lejos ya de la escuela se apartan de las ventajas y de las oportunidades fáciles.
A esos, a los del Fondo, a los que pudiendo sentarse en el primer banco lo rechazan, a los que no figuran como ejemplos en los libros de lectura, a los espíritus lunares, a los alumnos de coraje y honor que -según presiento- no leen obras como esta, a todos ellos -tardíamente- los abrazo ahora, cuando ya no me lo impiden las mezquindades que cargué en mi niñez.

viernes, 6 de marzo de 2009

EL REFLEJO

Esta vez uno de Sir Oscar Wilde q sospecho adjudica las virtudes y principalmente los defectos del hombre a personajes de la naturaleza o seres mitologicos para ayudarnos a percibir mejor estas caracteristicas. Como ya sabemos es mas facil ver estas cosas en un tercero y supongo q Wilde tambien queria cuidar un poco su ego.
EL REFLEJO

Cuando murió Narciso las flores de los campos quedaron desoladas y solicitaron al río gotas de agua para llorarlo.
-¡Oh! -les respondió el río- aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.
-¡Oh! -prosiguieron las flores de los campos- ¿cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso.
-¿Era hermoso? -preguntó el río.
-¿Y quién mejor que tú para saberlo? -dijeron las flores-. Todos los días se inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba en tus aguas su belleza...
-Si yo lo amaba -respondió el río- es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.

miércoles, 4 de marzo de 2009

MAGIA

Este es cortito, para los que compartimos la cena de los domingos viendo el programa del mago encapuchado q revela los trucos. Este cuento de Dolina puede ilustrar las reiteradas discusiones sobre la existencia de la magia y sobre el hobby de El Diego... LA INGENIERÍA.
A los q no están al tanto de lo mencionado anteriormente, atentos porq también es imagen extensible a la vida, busquen en cada oración, en cada actitud y en el sentimiento del mago y el de su publico la analogía con lo q cotidianamente nos pasa. Lo hacen cada vez q leen el Horóscopo no me digan q no pueden hacer la tarea con esto.
Tengo horas para charlar con el q quiera de estas pocas lineas del Negro Dolina.

Magia
El mago Rizzuto no conocía ningún truco. Su número era bien sencillo: golpeaba su galera con una varita azul y luego esperaba que apareciera una paloma. Naturalmente, la total ausencia de dobles fondos, de mangas hospitalarias y de juegos de manos conducía siempre al mismo resultado desalentador. La paloma no aparecía.
Rizzuto solía presentarse en teatros humildes y en festivales de barrio, de donde casi siempre lo echaban a patadas. La verdad es que el hombre creía en la magia, en la verdadera magia. Y en cada actuación, en cada golpe de su varita azul estaba la fervorosa esperanza de un milagro. Él no se contentaba con las técnicas del engaño. Quería que su paloma apareciera redondamente. Durante largo tiempo lo acompañaron la desilusión y los silbidos. Otro cualquiera hubiera abandonado la lucha. Pero Rizzuto confiaba.
Una noche se presentó en el club Fénix. Otros magos lo habían precedido. Cuando le llegó el turno, dio su clásico golpe con la varita azul. Y desde el fondo de la galera salió una paloma, una paloma blanca que voló hacia una ventana y se perdió en la noche. Apenas si lo aplaudieron. Las muchedumbres prefieren un arte hecho de trampas aparatosas a los milagros puros.
Rizzuto no volvió a los escenarios. Tal vez siga haciendo aparecer palomas en forma particular.

lunes, 2 de marzo de 2009

VIAJES

Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una
ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente
los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo
se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e
inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El
tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus
especialidades.
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reunen en la plaza mayor
de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un
aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza
recibe el nombre de "Alegría de los Famas".
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los
trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o
les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen
firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se
dicen unos a otros: - La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad-. Y sueñan
toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están
invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los
cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres,
y son como las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan.