jueves, 19 de febrero de 2009

LAS LINEAS DE LA MANO

A quien hace ya mucho pero no suficiente tiempo, me hablo de las lineas de la mano...

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha
de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea
continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que
reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada
en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la
cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del
tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús
estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de
nylon cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las
aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es
difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de
turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase,
salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre
triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del
pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último
esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante
empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.

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